El miedo más peligroso es el que se tiene a lo que no existe
Un miedo capaz de alimentar revoluciones y de mantener el control social. En 1789, uno de esos miedos cambió radicalmente la Historia. A mí me ayudó a escribir una novela.
Un día, investigando sobre vampiros y miedos colectivos en el siglo XVIII, leí esta frase en la Wikipedia:
Los campesinos se armaron y formaron milicias para protegerse de los eventuales bandidos, pero como estos sólo eran fruto de la imaginación y del miedo, no los encontraron.
—¿Qué? —pensé.
Y un poco después:
—¿Eso pasó de verdad?
Respuesta corta: Sí.
Respuesta larga: sigue leyendo.
El único enemigo era el hambre
Francia, 1789. El hambre campa a sus anchas. El campesino o el trabajador de entonces vive básicamente de pan, nada le importa más que el precio del trigo, y el precio del trigo no hace más que subir. Sube y sube y no para de subir. Lleva años así.
Cuando explico cualquier época previa a la Revolución industrial siempre digo a mis alumnos que no se puede entender nada si no se tiene en cuenta el miedo a pasar hambre. Todo lo demás (la guerra, el extranjero, el infiel o hasta el diablo y sus monstruos) son tonterías o son metáforas del único y sempiterno miedo que ha sufrido la humanidad entera (ahora sólo lo sufre una parte) hasta hace un par de días: el hambre.
Cuando el campesino ve el granero medio vacío no hay en su horizonte más problema que ese. Y en 1789 lo veía cada vez más vacío. De hecho, veía también, con frecuencia, enormes carretas cargadas de cereal que recogían las cosechas y se iban del pueblo. ¿Qué pensaba?
Hoy, los sesudos historiadores conocen muy bien las causas de aquel hambre. Vienen en cualquier libro de texto escolar: cuestiones climáticas, una nefasta y cambiante política económica y una serie de malas decisiones en política internacional.
Pero lo que hoy se sabe es lo de menos.
Borges decía que el tiempo es una ilusión, y lo decía por cosas como esta. Lo importante no es la verdad, sino lo que la gente, en el momento oportuno, cree que pasa. Y los franceses en 1789 tenían su propia teoría.
Las fake news no son cosa de nuestro tiempo
Tendemos a pensar que todo lo que nos pasa es único, cuando lo que ocurre es que nuestro conocimiento del pasado es lamentable. Las fake news de ahora no son nada: antes, no ya en la Francia revolucionaria sino en cualquier civilización preindustrial, era literalmente imposible separar el rumor de la verdad.
Aquel rumor lo estudió estupendamente George Lefebvre y hoy día se conoce como "el gran pánico". En resumidas cuentas, los franceses creyeron que:
los nobles estaban acaparando el cereal para enriquecerse a su costa,
estaba sucediendo en todo el país,
el hambre era ya insoportable en muchas partes de Francia,
la gente había abandonado sus pueblos y sus ciudades,
se habían formado grupos de bandidos violentos que vagaban por ahí robando las pocas reservas que quedaban.
Hay que decir, antes de continuar, que los campesinos odiaban a los nobles. Los odiaban a muerte.
En el pecho del noble está la muerte.
(Canción campesina, citada en El aventurero Simplicissimus)
Les obedecían, por supuesto, y cumplían sus obligaciones sociales y económicas para con ellos, pero anhelaban con fervor el momento de mandarlos a todos a la tumba.
Cuando Adán rebuscaba en el fondo y Eva se abría /
¿dónde estaba entonces la aristocracia?
(Copla subversiva de 1381)
Por supuesto, ante una amenaza así, esos campesinos y sus homólogos ciudadanos (los que eran explotados no en el campo sino en los talleres y en los palacios) se armaron y pasaron a la ofensiva. En del campo asaltaron castillos, atacaron a sus señores —con enorme violencia— y rompieron los viejos documentos que señalaban la propiedad de la tierra. En las ciudades hicieron lo propio. En París asaltaron la Bastilla. Entre unos y otros acabaron con el Antiguo Régimen a machetazos.
Por supuesto, nadie llegó a ver esos ejércitos de bandidos, jamás, en ningún sitio, pero vuelvo a decir que ese tema —"la verdad"— es lo de menos. Lo importante no es si existen los bandidos (aquí se puede poner un sustantivo cualquiera), sino si la gente cree en ellos.

¿Y qué aprendemos de todo esto?
El tema me pareció fascinante. Me interesé por el estudio de esos miedos colectivos. Leí un libro titulado Una historia del miedo, de Jean Deulomeau, que, entre otras cosas, decía que cuanto más avanzada e ilustrada era una sociedad, con más facilidad se extienden los miedos colectivos.
El espíritu humano fabrica permanentemente el miedo para evitar una angustia morbosa que desembocaría en la abolición del yo. Es este proceso el que encontraremos en etapas concretas de una civilización. En una secuencia larga de traumatismo colectivo, Occidente ha vencido la angustia «nombrando», es decir, identificando, incluso «fabricando» miedos particulares.
También decía que siempre, en todas las épocas, "los hombres en el poder actúan de modo que el pueblo tenga miedo".
Volví a releer aquella frase del principio:
Los campesinos se armaron y formaron milicias para protegerse de los eventuales bandidos, pero como estos sólo eran fruto de la imaginación y del miedo, no los encontraron.
Mi cabeza hizo una sustitución de forma casi automática: ¿y si en vez de bandidos… pusiera vampiros?
Tal vez…
Lo que estaba claro es que si quería escribir sobre vampiros era mejor no buscar entre los muertos, sino entre los vivos.
Me ha encantado esta pieza. Es un análisis fascinante de cómo el miedo y las "fake news" (¡de antes!) pueden moldear la historia, incluso creando "enemigos" invisibles. La conexión que haces entre el hambre, el resentimiento hacia los nobles y esa frase de la Wikipedia sobre los bandidos imaginarios es brillantísima.
Muy interesante 😃. Lo incluimos en el diario 📰 de Substack en español?